Corría el año de 1881. La torre de la Iglesia parroquial amenazaba ruina. Exigía su pronta reparación o, al menos, el derribo del cuerpo más dañado (el que se alzaba sobre el último de los que ahora tiene) en el que, desde tiempo inmemorial, estaba colocado el reloj de la Villa.
Rige la alcaldía don Enrique Villegas Crespo, y, bajo su presidencia, en la sesión que se celebra el 13 de abril de 1890, el Ayuntamiento acuerda invitar al señor arquitecto provincial con objeto de que, trasladándose a esta Villa, ejecute el proyecto de una torre para instalar en ella el viejo reloj. Efectivamente, días después llega a Villarrubia el referido arquitecto, don Sebastián Rebollar, quien, en unión del alcalde y sus tenientes, inspecciona distintos lugares que pudieran ser idóneos a tal fin. Determina por último que el sitio más conveniente para levantar la torre del reloj es encima del cuarto llamado de los consumos, en el propio edificio consistorial, por ser el que "tiene la obra más consistente, y puede dominarse mejor por el vecindario". Rebollar se compromete además a alzar el plano que ha de componer parte del proyecto.
En la sesión de 8 de junio se da cuenta ya del plano, memoria facultativa, presupuesto y pliego de condiciones que constituyen el proyecto que nos ocupa. De la lectura de esta documentación resulta que la torre, que ha de construirse, para colocar en ella el reloj público de la Villa, se hará de mampostería, y se compondrá de tres cuerpos, aparte del que tiene el edificio contiguo, o séase las Casas Consistoriales. Las obras se reducen, por tanto, a levantar un muro interior para subir la base de la torre a la altura del edificio citado, y, después, sobre los muros actuales, elevar los tres cuerpos, y cubrir todo con una sencilla armadura de madera y plancha de plomo. Por otra parte, para el servicio del reloj se ha de poner una escalera de madera de tablón.
Conforme a la liquidación practicada en marzo del año siguiente por el arquitecto provincial, nuestra Torre del reloj vino a rematarse en 5.744 pesetas.
A finales de julio, cuando esta obra ya se había iniciado, se procede a desmontar la maquinaria del antiguo reloj de la Iglesia; maquinaria que se deposita en el Ayuntamiento. Es propósito del Consistorio aprovecharla en la nueva fábrica. De todos modos se precisa comprar una campana de metal de unos trescientos kilos y un capitel o campanil de hierro fundido que corone la torre. Por aquella se pagaron 893 pesetas y 900 por este.
En la sesión de 25 de noviembre el señor alcalde lee una carta que le dirige el diputado provincial don Francisco del Águila y Díaz. En ella don Francisco le manifiesta que, "en atención al afecto y cariño que profesa a los habitantes de esta localidad, que es la suya", ha adquirido y pone a disposición de la alcaldía "la maquinaria completa de un reloj de torre, para que sea instalado aquí y "sirva a este honrado vecindario". Este donativo lo hace a perpetuidad y sólo solicita un pequeño favor: que se le permita reservarse para sí y sus sucesores el nombramiento de la persona encargada del cuidado de dicho reloj.
Nuestro Ayuntamiento aceptó, por supuesto, el generoso ofrecimiento del señor del Águila, y accedió también a la solicitud. En mayo de 1891 la Comisión de Obras Públicas recibía la obra por completo acabada de la torre en la que se había ya montado el nuevo reloj de la Villa. Por oficio de 23 del mismo mes don Francisco del Águila, "en uso del derecho que me concedió el Ayuntamiento en su sesión del 25 de noviembre de 1890" proponía a Jerónimo Palacios Gómez para encargado del reloj público. Al día siguiente el Ayuntamiento ratificaba este nombramiento.
He aquí la historia de nuestra Torre del reloj; torre que, por circunstancias que se nos escapan, no tuvo la inauguración oficial que se merecía.
Isidoro Villalobos Racioner.